En los casos de discapacidad motora las familias no cuentan con sillas para movilizarlos y se pasan el día acostados en una cama, sentados en una silla o arrastrándose por el suelo. Para bañarlos y alimentarlos los familiares tienen que cargarlos.
La presencia de una persona discapacitada en una familia se percibe como una desgracia, no hay conciencia sobre las destrezas que pueden desarrollar y el derecho que tienen de interactuar con su entorno social en condiciones de equidad. Se percibe que la persona discapacitada
“no es normal”y
“no puede”
“valerse por sí mismo”. Esta visión cultural dificulta su inserción a los contextos educativos, grupos de pares y contexto social en general.
En el estudio sobre la violencia en la escuela notamos que los niños y las niñas discapacitadas resultan igualmente invisibles en los centros educativos como ocurre en las comunidades. Pocos niños y niñas discapacitadas asisten a los centros por la discriminación existente y la poca conciencia en las familias de su derecho a la educación.
Los centros educativos estudiados tienden a inscribir a la población discapacitada solo en las tandas vespertinas y presentan muchas trabas y obstáculos a las familias para aceptarlos. Maestros y maestras no cuentan con herramientas pedagógicas, infraestructura física, equipos ni materiales educativos para trabajar con esta población y su presencia se convierte en un conflicto por las dificultades descritas.
La concepción de una disciplina rígida en el aula en la que se espera que niños y niñas estén se mantengan siempre sentados, callados y sumisos se agudiza con la presencia de población discapacitada que tiende a ser reprimida también. Esta necesita mayor movimiento corporal y espacio para su aprendizaje. De ahí que las escenas de maltrato físico que se producen con la población estudiantil se reproducen y agudizan hacia la población discapacitada.
La visión curricular de escuela inclusiva es un mito (como ocurre con todo el curriculum). Esta población queda excluida social y educativamente. Se hace necesario evaluar sus condiciones educativas dentro y fuera de las escuelas, además de ofrecer: infraestructura física, capacitación, equipos, materiales y herramientas pedagógicas al docente para trabajar con ella. Junto al trabajo en las escuelas deben desarrollarse procesos educativos hacia la ciudadanía a través de los medios de comunicación y otros medios de educación informal para romper con la discriminación y la violación a los derechos que tiene esta población. Hay que educar para el futuro.